Colo Colo llegó a Rancagua en estado de alerta y salió dramáticamente de la cancha, absolutamente en estado de emergencia: Derrotado limpiamente por O’Higgins ( 2 a 1) y sintiendo que a una fecha del final el título se le escapa de las manos.
Los jugadores partieron cabeza gacha, impotentes, mirando de reojo como en la galería sur los delincuentes de siempre ensuciaban aun más una derrota dolorosa, en una jornada que comenzó como partido de fútbol y terminó, anticipadamente, en batalla campal entre Carabineros e “hinchas” albos.
En la cancha, la realidad retrató de frente y perfil las grandezas y miserias de la temporada del equipo de Diego Cagna.
Si el equipo del argentino no conformó nunca, si apenas se movió adelante a favor de rachas (por ahí tuvo 7 puntos de ventaja) y si rentabilizó en buena hora aciertos individuales, sometido ahora a la exigencia superior sucumbió sin atenuantes.
Es cierto que los de Cagna tuvieron en algunos pasajes margen futbolístico mínimo para prevalecer, pero siempre con señales equivocadas. No fue rentable la inclusión de Ravello, el ímpetu de Miralles y Paredes corrió invariablemente por canales individuales y Wilches, con más gracia para la prensa que fútbol, jugó poco y para él.
Por eso no asomó nunca –ni ahora ni en la campaña- el equipo, el colectivo sólido, el fondo futbolístico que es la clave de los grandes equipos.
Al frente, O’Higgins –obligado a sumar para evitar enredos con la promoción- encaró el juego sin complejos y manejó con equilibrio la presión. Y apenas se sacudió del esperado bombardeo albo de los primeros minutos, el equipo del Fantasma sacó ventajas de tres cuartos de cancha hacia adelante, donde le puso las mejores fichas a su apuesta táctica.
La evaluación final hombre por hombre habla por sí sola. Si en Colo Colo no se encuentran figuras, los celestes tuvieron del medio hacia arriba un cuarteto decisivo: Opazo, Vásquez, Ojeda y Teuber.
Incluso el gol de apertura de los celestes fue una ilustración clara de su propuesta: A los 18’, Opazo, que manejó bien su franja, puso un centro calculado, pivoteó Ojeda y Teuber abrió la cuenta con destreza.
Y por si fuera poco, a los 31’, un tiro de Ojeda remeció el travesaño, cuando Prieto estaba vencido.
Al otro lado, Colo Colo avanzaba, pero sin encontrar la fórmula para apurar verdaderamente al portero Elduayen.
En el segundo tiempo, por momentos pareció que Colo Colo se sacudía de su confusión y salía a buscar su destino. A los 51’, en un balonazo profundo de Toro, Paredes quebró la línea del offside de los de casa y definió bien ante Elduayen: 1-1
Algunos pensaron que ahí asomaba el Cacique herido, que repicaba fuerte el histórico “de atrás pica el indio”, Pero fue una ilusión. Ganas no faltaron, pero no había fútbol para sostener tanta ambición.
Y O’Higgins repitió la receta, a los 55’: Opazo volvió a hacer daño, tiró un centro medido y tras un feliz pivoteo al área chica, en la boca misma del arco Ojeda selló el partido: 2-1.
¿Y Colo Colo?
La verdad es que de ahí en adelante no tuvo juego ni físico para ir por el resultado. Y al final las ganas se transformaron en impotencia para bajar el telón de la peor manera. A los 75’, Meléndez y Paredes vieron tarjetas rojas, sepultando cualquier asomo de hazaña.
Ahora, los albos, con sus 68 puntos, tendrán que rogar por un traspie de la UC (71 puntos) en la última fecha del campeonato, que proclamará al campeón en la cancha. Como tiene que ser y no como creen los delincuentes disfrazados de hinchas que quisieran ganar a pedradas e incendiando las graderías de los estadios.
Que la justicia los castigue. Que el fútbol los condena y no los perdona.