Saliendo al paso de las voces que criticaban su falta de categoría para responder en las instancias finales, el equipo de Luis Aragonés venció a la poderosa Alemania por 1-0 en la final y se consagró como nuevo campeón europeo. Es el segundo título de España tras lo conseguido en el lejano 1964.
Por nombres, el equipo español comenzó en esta Eurocopa 2008 entre los grandes candidatos. Es que era el plantel más caro de todos. Pero en ningún sondeo previo aparecía como primer aspirante ¿Por qué? Porque para poder hablar de ‘La Furia Roja’ como monarca en el Viejo Continente debía salvar varias vallas, y no todas ellas relacionadas con el plano futbolístico.
Incluso en el mismo medio interno ibérico existía reticencia sobre las reales posibilidades del equipo, y muchas de esas críticas tenían como principal objetivo al técnico Luis Aragonés. Apodado el ‘Sabio de Hortaleza’, Aragonés nunca llenó el paladar de la afición, pues siempre apostó por un estilo pausado, donde el toque de la pelota era prioridad. Eso sin contar que muchos no le perdonaban no haber citado a Raúl, el eterno símbolo y goleador del equipo.
Era tanta la presión sobre sus hombros, que Aragonés tenía prometido desde hace meses que este torneo sería el último en el que estaría al mando de la Selección. Es más, hace poco se aseguró un contrato con el Fenerbahce turco para la próxima temporada.
GENERACIÓN GANADORA
Una clara victoria hispana sobre la por entonces semidesconocida Rusia en el estreno por 4 a 1 llamaba a la ilusión, sólo reforzada con una campaña perfecta en la ronda de grupos, con posteriores triunfos sobre Suecia y Grecia, ambos por 2-1.
Pero la verdadera prueba de fuego vendría después, en los cuartos de final. No sólo porque el rival era la Italia campeona del mundo, sino también porque esa fase había sido un trauma histórico en las últimas décadas. Pese a no brillar como en los partidos anteriores, el equipo rojo demostró que estaba para grandes cosas, batiendo a los itálicos en tanda de penales.
Como si ese juego hubiera sido el punto de inflexión, de ahí en adelante España sufrió poco y nada. Terminaría todo el camino con una nueva victoria sobre los rusos, por 3 a 0, y Alemania sería la última víctima.
Los germanos, fieles a su historia, jamás deslumbraron, pero supieron imponer su oficio y tradición ganadora para llegar hasta el partido decisivo. Sin embargo, ahí sus carencias técnicas quedaron en evidencia ante un rival que jamás abandonó su estilo. Imponiendo el toque por sobre la potencia física, España terminaría consagrándose como nuevo campeón europeo, repitiendo la corona obtenida hace interminables 44 años, al vencer por la cuenta mínima.
Si los nombres de Marcelino y Luis Suárez eran hasta el pasado domingo los únicos relacionados con victorias para un equipo acostumbrado a terminar desilusionado en los grandes torneos, esos ya no serán los únicos.
Fernando Torres, sin duda, estará entre los más recordados. ‘El Niño’ no sólo anotó el único tanto de la final, sino que por fin pudo trasladar a la Selección todo lo bueno que ha hecho en los últimos años a nivel de clubes, tanto en el Atlético Madrid como en el Liverpool de Inglaterra.
Además, pese a ser un goleador nato, fue lo suficientemente inteligente como para asumir un nuevo rol ante la explosión goleadora de su compañero en ataque, David Villa. Su caso, más que ningún otro, sirve para reflejar el espíritu del campeón.
Por una lesión que le hizo abandonar en el primer tiempo de la semifinal frente a Rusia, se perdió la final pero de todos modos terminó como el máximo goleador del certamen. Además, su ausencia no se sintió tanto ante los alemanes como muchos creían, porque España siempre puso el funcionamiento del equipo por sobre las individualidades.
Y era lo que hacía falta. Cansados de triunfar con sus equipos, jugadores como Iker Casillas, Carles Puyol, Sergio Ramos y Xavi Hernández fueron sinónimo de sacrificio y entrega, la que hacía falta para que España finalmente lograra volver a los primeros planos. Y lo hizo a lo grande, siendo sin duda el mejor equipo del torneo y, más importante, manteniendo el tranco hasta el final, dejando en el olvido todas las dudas que existían sobre una Selección hispana que por fin pudo celebrar.
ALEMANIA, RABIA Y ALEGRÍA
En la otra vereda, pocos se pueden quejar por caer en la final de un torneo tan trascendente como una Eurocopa. Pero entre esos siempre estará Alemania.
Más acostumbrada a celebrar que a sufrir, la Selección teutona llegó a Austria y a Suiza con la única intención de conquistar su cuarto trofeo continental, pero al final terminaría resignada ante la evidente superioridad de su rival.
Sin embargo, no todo fue negativo. Por un lado, el equipo volvió a ganar en el certamen tras dolorosas eliminaciones en primera ronda en las dos últimas versiones, que dejaban como última alegría el triunfo por 2-1 sobre la República Checa en la final de 1996.
Además, terminó de volver a posicionarse entre las grande potencias del fútbol mundial. Tras el retiro de figuras legendarias como Lothar Matthaus, Jurgen Klinsmann y Rudi Voeller, Alemania atravesó por un momento de renovación que no fue sencillo. Pero ahora, liderada por Michael Ballack, vuelve a demostrar que nadie los puede descartar en los grandes torneos, porque siempre tendrán algo que decir, sin importar los comentarios previos